Tocar fondo para resurgir

Marisa Ruiz Coach tocar fondo para resurgir imagen de un cuerpo llegando al lecho marino como abatido

“Cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa”

Jamás olvidaré este día.

Estoy conduciendo y lágrimas de dolor surcan mis mejillas. Me concentro al máximo en la conducción mientras mi hijo me observa a través del espejo retrovisor. Nos dirigimos a la escuela. Siento tanto dolor que temo causar un accidente, apenas logro concentrarme en la carretera, tan solo respirar me provoca unos dolores punzantes insoportables.

Aún no lo sé, sin embargo, éste será mi último día en el colegio, ese día terminaré en la sala de urgencias llorando frente a un extraño como nunca antes lo había hecho. Ese día terminaré en el suelo tratando de soportar el dolor de espalda y no me levantaré hasta dos meses después. Mi sistema nervioso estaba, literalmente, destrozado.

Ese día explotó la bomba

Que se había estado gestando durante años. Ese día comenzó lo que yo llamo mi vida más auténtica. Ese día comenzó el camino de regreso a mí misma; un camino desafiante, hermoso, intenso, agotador y maravilloso.

Mi cambio surgió de llegar al final de una carretera plagada de dolor, creencias limitantes, de “no puedos”, de “no tengos”…y de no ser suficiente. El tiempo no era suficiente, el dinero no era suficiente, el descanso no era suficiente…y yo no me sentía suficiente…y alcancé mi límite.

Aprendí que no es una buena idea alcanzar un límite a toda velocidad, ya que es como estrellar tu coche a 200 km/h en lugar de ir cambiando de marchas y ralentizarlo gradualmente.

Mi coche (cuerpo, mente y alma) se estaba cayendo a pedazos y necesitaba desesperadamente parar, recargar, ser reparado… básicamente, cuidarlo.

No obstante, seguí obligándolo a continuar a toda velocidad… hasta que me frenó una pared (mi salud).

Por si esto no fuera suficiente, los años de estrés crónico habían causado más víctimas: la relación con mi pareja, con mis hijos, conmigo misma, con la vida.

Poco a poco me di cuenta de que, literalmente, había sido mi peor enemiga durante años, ignorando mis necesidades por completo.

¿Qué hice?

Me comprometí a recuperar mi alegría perdida.

El trabajo funciona de adentro hacia afuera y, una vez que empiezas a recuperarte, se pone en marcha un maravilloso efecto dominó.

Mi crisis fue, definitivamente, “mi oportunidad de cambio.” Y no solo para mí, sino también para toda mi familia.

Sí, tú también puedes. Cualquier persona dispuesta a hacer el trabajo puede.

La vida me ha dado este precioso regalo. En su momento, vino escondido en una bomba.

Ahora, uso mi experiencia, herramientas y conocimientos para servir a los demás. Si has resonado con lo que te cuento y quieres saber más,

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